sobre mí

Estudiar naturopatía me ha dado la oportunidad de conocerme mejor y de crecer a nivel personal y profesional como nunca me hubiera imaginado, sacándome de un bache existencial, para encontrar mi propio camino y propósito de vida.

 

1973.Nazco el día 31 de Enero en la “Cofradía de pescadores” de Bermeo, un pueblo costero de Bizkaia, en el País Vasco. Fue un parto difícil para la amatxu, ya que tuvieron que utilizar “fórceps”, cosa que he relacionado muchos años más tarde con la dificultad que he tenido siempre para arrancar, para creer en mi mismo sin la ayuda de otras personas.

1974. Nace mi hermano Joseba, el 6 de marzo. Como la cofradía de Bermeo estaba en obras, nace en el asilo. Siempre dijeron que parecía mayor que yo (algo se le pegaría de allí). La cuestión es que debí de arañarle la cara alguna vez, presa de los celos. Cómo osaba destronarme de mi púlpito? No sirvió de nada, fue muy guapo siempre.
1975. Mi padre cambia los barcos de pesca de Bermeo por otros de la marina mercante. La base está en las Baleares y nos vamos a vivir primero a Castellón y después a Palma de Mallorca. Tengo recuerdos de estar viajando en los barcos mercantes desde pequeño, en las vacaciones, junto a mi inseparable hermano. Rascábamos la cubierta con espátula, dábamos “minio” con la brocha y nos daban 200 pesetas como sueldo. Ver ponerse el sol por la mar, los amaneceres, el horizonte sin tierra mirase donde mirase, me fascinaba. Y jugar en los puertos marítimos de Valencia, Barcelona, Mahón, Ibiza y Mallorca, era tan normal como estar en el parque.
1984. Volvemos al País Vasco los cuatro, yo ya con 11 años. Empezamos una nueva etapa dejando atrás amistades, recuerdos y vivencias inolvidables. En la escuela, entro en 5º de E.G.B gente nueva, las chicas se me acercan y me hago consciente de lo rápido que me ruborizo, la vergüenza me ha acompañado siempre. Consigo sacar el “Graduado Escolar” con nota media de Bien. No quiero ir al instituto y me apunto al F.P.
1989. Con 16 años dejo el F.P. Falto a las clases, hay huelgas en las que vamos estudiantes y trabajadores, manifestaciones en las que participo, ligues, alcohol…en fin, la adolescencia a tope, intensa, sorpresiva y a veces al límite. Ese verano empiezo a trabajar en una pollería-cervecera de martes a domingo, desde la mañana hasta cerrar. Yo encantado con trabajar y no estudiar. Empiezo a darme cuenta de que mi vida es una constante adaptación a sitios y personas, cosa que llevo bastante bien, y será fundamental para el devenir de mi vida, ya intuyo que va a ser una constante.
1992. Tengo 19 años y me voy a El Salvador, que estaba en plenos acuerdos de paz entre la guerrilla y el gobierno, como cooperador internacionalista. Para sufragar los gastos fuimos en un Seat 127 recorriendo La Rioja en época de vendimia para recoger uva y sacarnos el dinero para el billete. Trabajamos hasta que terminó la temporada. Nos fuimos a Londres a casa de un amigo y desde allí cogimos el avión. Desde el primer minuto de nuestro viaje yo no paraba de mirar todo, estaba en mi “salsa”. Imposible contar todo lo que vivimos, la experiencia vital de compartir vida, charlas, historias con lisiados de guerra, con hombres, mujeres y niños descalzos, sin nada, el peligro constante, las comunidades sin agua ni luz, en fin, una lección de vida que nos marcaría para siempre. Ayudamos a hacer una escuela en “Las Anonas” y jamás se me va a olvidar lo allí vivido. Estuvimos 3 meses.
1994. Mis padres alquilan un restaurante, ya que ambos son cocineros. Siempre he estado muy vinculado con los fogones directa o indirectamente. El menú del día costaba 700 pesetas, lo que hoy en día serían 4,2 €. Trabajábamos todo el día todos los días y aparte tocaba en un grupo punk-rock, tenía novia y un piso en alquiler con ella. No sé cuántas horas dormía, pero podía con todo. Aun trabajando tanto y sin casi tiempo para nada, organizaba partidas de pelota a mano en las que también yo jugaba, partidas de mus… Lo mismo, otra vez con esa capacidad innata de adaptarme a cualquier situación. En el año 97 cerramos el restaurante, dejo la relación, y me voy a vivir a casa de mi hermano, en Gorliz, otra vez cerca del mar. Lo que siento es que la vida se me muestra entera de nuevo, disponible para ser vivida, experimentada, como un cuaderno en blanco otra vez, para que lo rellene con lo que venga.
1998. Y lo que vino fue conocer una chica gallega que “causalidad”, estaba de paso por Bilbao en casa de su hermana. Ni me lo pensé, me fui a Galicia en su busca. Allí estuvimos unos cuantos meses, me enseñó a elaborar títeres totalmente artesanales, con los que más tarde fueron el sustento de casa, yendo a ferias y haciendo exposiciones, conocí nueva música que me sacó un poco de mi eterno punk-ska, como Violeta Parra, Jorge y Cafrune, Bob Dylan, Van Morrison, Paco Ibáñez, Amancio Prada, Mercedes Sosa, Fernando Cabral, etc. Escritos de Nitze, krishnamurti, Gurdjieff, libros de poesia, filosofía y metafísica que intentaba leerlos y no entendía casi nada, demasiado “raros” para mí. Yo tenía mis vivencias en la política, al ser Vasco, muchas personas me preguntaban sobre la situación en el País Vasco y yo les daba unas buenas “chapas”, con un toque de emocionalidad. Empecé a darme cuenta de que mis charlas gustaban, llegaban, y que la gente se sentía en un espacio libre para preguntarme y opinar, sin que nadie se sintiese mal, era una pista de cómo me expresaba en pequeños grupos, lo que no sabía por aquel entonces es a lo que me iba a dedicar.

2000. Enero. Viajo a Brasil, con lo justo para el billete de Avión, hicimos marionetas para vender en las playas (otra vez cerca del mar), conocí a otra “familia” a través de la chica gallega, aprendí a realizar mandalas con alambre de alpahaca, collares con piedras y pasta “poxi», anduve descalzo varios meses, estuve en Paraguay, una motxila con algo de ropa, un cuaderno y un bolígrafo y una bolsa de tela llena de pendientes, pasadores de pelo y anillos de coco, para vender por la calle o tiendas. Dormía en albergues e incluso alguna vez en la calle con un cartón. Me sentía pleno, libre, vivo… y pensaba para mí: si me viera mi cuadrilla…mi familia…. Estaba viviendo plenamente, el día a día o mejor aún, segundo a segundo, y eso sí, el clima era espectacular. En junio de ese año vuelvo a casa.

2003. Ya llevaba dos años con otra pareja, la que iba a ser la madre de mi hijo, hacíamos artesanía juntos e íbamos a ferias, exposiciones, con unos trabajos en cerámica y madera, realizados totalmente a mano, incluso marionetas personalizadas, a la carta. No compensaba el trabajo que requería para lo que ganábamos, así que como buenos hosteleros los dos, trabajábamos de extras en bodas y en los bares de las fiestas de los pueblos sacando buen sueldo para seguir otra temporada con la artesanía. De algo sirvió tantos años vinculado a la hostelería. Éramos muy buenos y trabajo no nos faltaba, ni en los bares ni en las ferias.

Pero ese año iba a cambiar mi vida por completo. Entre marzo y abril, Marta me dice que está embarazada. Fue una gran alegría, aunque solíamos tener discusiones y amagos de dejar la relación, esa noticia fue como “la solución definitiva”. A finales de septiembre y como no tenía trabajo “estable” me fui de nuevo a la vendimia. El 3 de octubre recibí la llamada de la pareja de mi hermano. Estaban en el hospital. Mi hermano llevaba seis meses con fuertes dolores de tripa y siempre le mandaban de nuevo a casa con la idea de que un desinflamante sería suficiente, cuando comíamos en casa de nuestros padres, se quejaba y casi ni comía. Parecía que por fin le iban a operar ya que parecía ser una apendicitis “mal curada”. Volví de La Rioja directo al hospital de Bilbao y cuando llegué ya le estaban interviniendo. Estuvimos esperando hasta que nos llamaron. Le vi pasar en la camilla y me hizo el signo de ok mientras le llevaban medio grogui en la camilla. La “reunión” con el cirujano fue en medio de un pasillo para decirnos que le había abierto y vuelto a cerrar. Estaba totalmente lleno de tejido canceroso. Diagnóstico: Adenocarcinoma colon-rectal. No había nada que hacer. Él con 29 años y yo con 30. Zipi y Zape nos llamaban, yo no podía creérmelo.

2004. No voy a contaros cómo fue todo el proceso. Pero quiero acordarme de toda la gente que estuvo cerca, que nos ayudó, que fue muchísima, y fue vital. En enero está naciendo mi hijo en Cruces, asisto al parto y al día siguiente vuelvo a Gasteiz, dónde se encuentra mi hermano recién salido de una complicada operación. La sensación tan agridulce, las emociones tan encontradas, la fe en que mi hermano saldría de esa, la carita y el cuerpito de Ekaitz, la fuerza de su madre, la tristeza de mis padres, de su novia y familia… las visitas siempre esperanzadoras y agradables de los amigos, la sensación de estar en un globo… Es como un sueño, como irreal…inenarrable. Una mañana en la construcción, trabajando de peón, donde empecé para ganar un sueldo mensual, me llama mi aita y me dice que vaya al hospital, fue el 19 de noviembre. Nunca se me olvidará cómo levantó la cabeza cuando llegué, me miró, aun con los ojos cerrados. Era como si me estuviera esperando, allí estaban mis padres junto a Geor, sólo faltaba yo… Poco después se marchó.

2005. Nos separamos. Marta y Ekaitz se van de Bermeo al pueblo donde viven sus padres, allí tendrá más ayuda que mi nula y desquiciante presencia, de bajón, tirado en el sofá, enfadado con todo, sin estar.

Pasé muchos días tumbado en posición fetal, con ataques de lloros, estertores, gemidos, y una gran tristeza profunda, una gran oscuridad, alternados con fumar (cigarrillos de la risa) y beber, a veces hasta perder el norte, sin recordar lo que había hecho, dónde había estado…

Un día fui de “causalidad” a la tienda de una amiga, masajista, para ver que me podía recomendar para aliviar una gran molestia en la boca del estómago que aparecía por la tarde y no me dejaba estar tranquilo ni en las visitas a mi hijo. Me planteó la posibilidad de ir a consulta con su profesor de masaje y naturópata. Le llamé seguido de salir de la tienda y me citaron esa noche a las 22:45 de la noche. Joé, pensé…quien trabaja a esas horas?

Fui a esa consulta con Jose Lozano, el que iba a ser mi profesor durante muchos años y con el que tengo gran amistad. Algo en mi había hecho “click” en esa media hora y estaba deseando de que llegase septiembre para empezar en su curso de Naturopatía.

Actualidad. Estos últimos 15 años he estudiando y leído como nunca antes lo había hecho, y cada día más. Trabajando de electricista, en la construcción o de pintor, me di cuenta de que la gente me contaba sus dolencias, no sabía porqué me decían que les dolía mucho la rodilla o que tenían molestias gástricas, mientras yo estaba pintando subido a una escalera o conectando los cables de la caja de registro en una vivienda, así que les decía que cogiesen papel y boli y les mandaba alguna tisana o remedio natural.

Mi hijo fue creciendo y ya es más alto que yo, cuánto nos ha ayudado su presencia estos años a mi y a mis padres. Veo en su crecimiento mi propio crecimiento. Empecé dando pequeños talleres a la gente más cercana y viendo que les gustaba, me animé a dar alguna charla, y di el salto a las consultas individuales. Como todo buen novato, pasé los nervios, los miedos, la vergüenza que me ha acompañado siempre. Cada curso, charla o consulta, se convertía en un nuevo aprendizaje, donde pulir, limar, y coger más confianza en mí mismo. Si me sacaron con fórceps al nacer, la vida me ponía delante lo que necesitaba para trascenderlo.

Hoy en día sigo formándome y dando formación en el mismo centro, rodeado de gente maravillosa, con una pareja en crecimiento mutuo, dando gracias por TODO lo vivido y por todo lo que aún queda por vivir, con ganas de contagiar este entusiasmo, de seguir sorprendiéndome, de aprender de la naturaleza, de conocerme mejor cada día, de compartir lo aprendido, de ayudar a las personas y disfrutar de la vida en toda su plenitud porque la vida, siempre merece la pena.

Un abrazo de corazón.
Gaizka Sánchez Andrino.